Tengo reparaciones en mis dientes que están feas. Tengo dientes que quiero mejorar o cambiar. ¿Se puede hacer esto sin hacer grandes, complicadas y costosas reparaciones? ¿Qué material se debe utilizar? ¿Cuál aparotología es la adecuada?
Enfrentemos esto con sensatez. En general, los odontólogos somos propensos a tratamientos que sustituyen completamente restauraciones existentes o tratan los dientes en forma total o parcial.
Si bien hay casos en que debe hacerse, hay muchos otros en que un criterio conservador es más acertado.
En los últimos años se han desarrollado materiales con características estéticas y de resistencia mucho mejores. Y también de adhesión.
Si tenemos una restauración estéticamente desagradable o una que no es exacta a nuestros dientes, en muchos casos se puede mejorar sin removerla.
Mejorar el color, la translucidez o la fluorescencia, sea de restauraciones viejas como de uno o más dientes es posible sin grandes esfuerzos.
Por supuesto que se debe conocer el estado del diente y de la restauración vieja. Uno de los métodos más simples y certeros es el de las luces verdes, naranjas y ultravioletas, sin descartar otros sean clínicos o paraclínicos.
Con el paciente nos fijamos una meta. Y conociendo de dónde partimos, aplicamos los procedimientos, materiales y aparatos que correspondan.
«No hay viento a favor para el barco que no sabe a dónde va» (Séneca).
Se puede mejorar el aspecto en forma fácil, asegurándonos de no enmascarar ninguna patología o problema que hipoteque el futuro de lo realizado, o aún más allá.
¿Qué materiales se deben utilizar?
Si bien existen varios, los más conocidos y utilizados son las «resinas» y las «cerámicas» (o porcelanas).
Pero dentro de cada uno de estos dos grupos hay una gran variedad
Por «resinas» englobamos materiales que tiene propiedades muy diferentes, sirviendo unas para unos casos y otras para otros.
En «cerámicas» sucede lo mismo: hay algunas muy estéticas y de baja resistencia, y otras de estética muy pobre pero de resistencia muy alta.
Hay más materiales, algunos que requieren un mantenimientos más frecuente y otros que no, algunos que son biológicamente más adecuados a su caso, otros que cuentan con las propiedades físicas requeridas, y las lista continúa.
El odontólogo tiene resinas y cerámicas de muchos tipos, y el conocimiento para aplicar en cada caso (y en cada parte del diente) la correcta variedad de cada una. U otro material.
¿Cuál es la aparatología adecuada?
Los aparatos han evolucionado. Y mucho. La clásica luz azul para fotocurar (endurecer la resina o los cementos resinosos) ha variado y mejorado enormemente.
Las nuevas lámparas son muchísimo más rápidas, muchísimo más eficaces, y hacen que las restauraciones sean mejores, más bonitas y duraderas. Dentro de las nuevas lámparas, hasta el momento solamente una de ellas logra todo eso.
En un artículo publicado en el Journa de la APCD de Estética en marzo 2015, Beolchi, Pellissier y Miotto Palo expresan:
«Las resinas dentales bien polimerizadas presentan mejores propiedades mecánicas y, por ello, mejor desempeño clínico. Esto es especialmente importante pues la resina compuesta para uso dental es un material exigente en términos de manipulación, y la boca en sí misma es un ambiente inhóspito.
Al polimerizar una resina compuesta no deberíamos prestar atención sólo a la potencia de salida de la lámpara de polimerización, ya que aparatos con salida de luz similares pueden presentar un comportamiento significativamente diferente. Deben tomarse en cuenta otros factores, como la densidad de energía, la colimación de la luz, qué fotoiniciadores utiliza la resina compuesta, la ubicación y el tipo de restauración, y la distancia desde la punta emisora de luz hasta la restauración.
Esto es especialmente importante en la época de la odontología mínimamente invasiva, donde la demanda estética ya es una realidad, y la necesidad de que las restauraciones permanezcan hermosas y en su lugar por períodos de tiempo más prolongados es un hecho.»
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APÉNDICE
Hace pocos años respondí a la revista española «Industria Dental» de Setiembre 2013, dirigida a odontólogos:
Dentro de estas relaciones entre Ciencia y Odontología, ha escrito usted sobre la fotopolimerización (transformación de materiales mediante luz y radiación), entre las que destaca usted la unidad VALO de fotocurado. ¿Qué hace destacar a este dispositivo frente a otros ya existentes?
Para valorar una unidad de fotocurado se deben tener en cuenta algunos pa¬rámetros:
1) el Trabajo -en Joules- te¬niendo en cuenta la potencia y el tiempo de exposición;
2) La Energía, en la que, tomando la fórmula de Plank, la Longi¬tud de Onda emitida juega un rol fun¬damental. En otras parabras, debemos valorar qué tipo de luz azul necesitamos para lograr resultados óptimos;
3) la Co¬limación de los haces de luz que emite la unidad de fotocurado: estos deben ser lo más paralelos entre sí, es decir, colima¬dos;
4) La irradiación de las unidades de fotocurado se expresaban con un simple número, pero esto no ayudaba a ver la eficiencia de las Unidades (para determinar el «grado de conversión» que la Unidad logra sobre el polímero o resina): se tiene que tomar en cuen¬ta la uniformidad de la distribución de la luz, lo homogéneo del haz y su prufundidad, mediante el «Factor del Sombrero de Copa» (Price R, 2010), un sistema que permite estudiar esto con exactitud. VALO es, a mi enten¬der, la única Unidad de Fotocurado que cumple con todos estos requisitos mencionados.